Marta Roqueta Fernández es periodista y feminista, un camino que la ha llevado a investigar sobre las representaciones de género, etnia, diversidad funcional e identidades LGBTI en la cultura de masas. Su primer libro De la manzana a la pantalla (Pagès Editors, 2019) publicado el pasado octubre, ya ha agotado su primera edición.

El análisis de los medios de comunicación es nuestra línea de trabajo común. Así que hablamos con ella de este ensayo donde reflexiona, a partir de su propia vida y experiencia, sobre la influencia del mundo digital en nuestras vidas.

La novedad es que el libro también puede ser una hoja de ruta para profesionales del mundo de la educación. Lleva una guía didáctica para trabajar con jóvenes, tal como nos lo explica en esta entrevista.

elP.- ¿Qué te motivó a hacer un libro de sexualidad para jóvenes y adolescentes, cuando parece que tienen todo aprendido?

El libro forma parte de una colección que se llama Nandibú-Zeta, de Pagès Editors, y la idea era analizar la actualidad y como estas cuestiones están influenciadas por el mundo digital. El primer tema fue el amor, el sexo y el deseo. Así que me interesaba mucho explorar cómo el mundo digital configura nuestra manera de estimar, de desear y de mantener relaciones sexuales, y como refuerza, y a la vez desafía, todos los regímenes de poder articulados alrededor del amor, el sexo y el deseo. Esta era mi idea. Pero, resulta que los jóvenes no tienen una educación sexual como se esperaría, es decir, una educación que vaya más allá de la prevención de enfermedades, y se centre más en cuestiones como el afecto, los deseos… Pues la idea era aprovechar el análisis de la conexión entre mundo digital y sexualidad para abordar cuestiones relacionadas con la educación sexual, que parecen que las tienen claras, pero entonces, lo analizas y en la práctica no lo tienen tan claro.

eP.- Has contado con testimonios de jóvenes para escribir tu ensayo. Cómo se configura todo esto dentro del libro?

MRF.- En el libro explico experiencias mías, ejemplos de la cultura de masas, y lo relaciono con la teoría feminista, LGBTI y antirracista del momento. Y aunque no aparecen, sí que es cierto que para acabar de saber qué experiencias de mi vida podían ser relevantes, hice una serie de entrevistas a jóvenes para ver en que los podía ayudar y como tenía que enfocar estos temas. Hablé con jóvenes para saber si lo que yo proponía era relevante, si me había dejado algo que los preocupa especialmente y para ver cómo mi testimonio podía ayudarlos a resolver las dudas que tenían.


eP.- Ahora vas a los institutos a hacer formaciones con el libro. ¿Como es el estado de la cuestión? ¿Es tan grande el desconocimiento?

MRF.- He hecho un par de formaciones en Institutos y me he dado cuenta que en general los estudiantes tienen la teoría muy aprendida, en cierto modo, pero cuando pones ejemplos, en la práctica, es donde surgen las dudas, las contradicciones, etc. Sí que es cierto que en mi libro yo no solo explico el amor desde una visión occidental, sino que a partir de aquí pongo ejemplos LGBTI o de todo el mundo; desde el Japón hasta el Sudán, o hasta Cuba; de artistas que han desafiado los regímenes sexuales de sus países. Pues, aquí sí que ves alumnas racializadas, de aquí, chicas musulmanas que tienen dudas, hablan, te piden información y se sienten representadas con estos ejemplos. Porque lo que ha pasado es que en occidente tenemos una idea del amor romántico muy concreta, que se utiliza para consolidar un modelo de familia heterosexual, monógama, padre, madre e hijos, y de acuerdo con la sociedad capitalista y la división sexual del trabajo. Yo lo que hago en el libro es poner otros ejemplos de formas de entender el amor, formas de resistencia a los imaginarios coloniales sobre el sexo y el amor, o sobre algunos países como el caso del Japón, que es una mezcla de los tabúes que hay en aquella sociedad. Hay alumnos que no se sienten representados dentro de las conversaciones sobre amor, sexo y deseo que se hacen, pero que, con el libro tienen más fácil manifestar según qué actitudes y según qué inquietudes.

eP.-Parece que las chicas hayan estado más receptivas y participativas. ¿Qué pasa con los chicos en las formaciones o cuando leen el libro?

MRF.- Lo concebí como un libro para personas de todas las etnias y de todos los géneros: chicos, chicas, personas no binarias, cis, trans, etc. Y en este sentido, sí que es cierto que las personas racializadas, y sobre todo las chicas, también las chicas blancas, y las personas del colectivo LGBTI, racializadas o no, han reaccionado favorablemente al libro. En el caso de los chicos, blancos, heterosexuales y cis, sí que hay más reticencias. Yo creo que pasa porque, quieras o no, el machismo y la lgbtifobia son formas de vernos a nosotros mismos y de ver los otros. Y muchas veces estas formas de relación, sexistas o lgbtifóbicas, nos las han presentado como una forma adecuada de relacionarse con los otros. Y yo creo que a los chicos les pasa dos cosas: cierta desorientación, es decir, en el momento que cuestionamos todas estas cuestiones de género, pues no saben como actuar, no saben quiénes son, y en el momento en que se cuestiona como se tiene que actuar con los otros, tampoco saben como actuar. Al chico blanco hetero, por así decirlo, ejemplificando, le cuesta más entrar. Pero, de todos modos, ya sabía que pasaría esto con el libro, y entonces he buscado ejemplos para que los chicos se puedan sentir identificados, y que puedan entender de donde los viene este malestar cuando tratan estos temas y, sobre todo, qué pueden hacer con este malestar y como pueden actuar ellos para tener unas relaciones más igualitarias, pero a la vez, más saludables para ellos. Porque en el fondo, el machismo afecta la forma que tienen de percibirse a sí mismos y a veces les afecta de una forma negativa.

eP.- ¿El libro también va dirigido a profesores y educadores? ¿Cómo lo han recibido?

MRF.- Si bien el libro, originalmente, estaba estado pensado sobre todo para jóvenes, hemos visto que durante el tiempo que ha estado a la venta también ha interesado a los adultos. De hecho cuando tú piensas un contenido para jóvenes, en cierto modo sabes que tarde o temprano algún adulto lo leerá. Entre los profesores ha tenido muy buena acogida, también entre las instituciones públicas y el público adulto en general. Sí que es cierto que ha habido algunos casos en que, por ejemplo, hubo una profesora que no quiso que en su centro educativo se hablara del libro, porque decía que, como hablábamos de teoría LGBTI, de la teoría queer, pues que la teoría queer no era feminista y que, por lo tanto, este libro no le interesaba porque no era feminista. Cuando en realidad la teoría queer tiene aspectos feministas, y en todo caso teoría queer y teoría feminista no tienen por qué estar absolutamente opuestas, ni una está en conflicto con la otra.

Fotograma de la serie POSE, uno de los ejemplos de buenas prácticas audiovisuales que cita Marta Roqueta Fernández en su libro “De la manzana a la Pantalla”.

eP.- ¿Tan mala ha sido la influencia de los medios en nuestra forma de amar, desear y tener relaciones sexuales?

MRF.- Mi libro parte de la idea que las tecnologías digitales y el mundo audiovisual no son de por sí malos, sino que, en todo caso, lo que determina que sean perjudiciales o beneficiosos es el uso que se hace de ellos. Y el libro está lleno de ejemplos de representaciones positivas de la sexualidad y las maneras de amar que encontramos en el mundo audiovisual. Desde POSE hasta Steven Universe o FROZEN, de Disney. También cito artistas como el Alaa Satir, la Megumi Igarashi. Todas estas artistas nos acercan a nuevas maneras de ver la sexualidad y de relacionarse con las otras personas. La idea del libro es esta: hasta ahora nosotros hemos tenido una imagen muy apocalíptica de la relación entre la tecnología digital, el amor, el sexo y el deseo, pero esto no es necesariamente así. Al contrario, la diversidad de voces que facilita el mundo digital también nos lleva a descubrir nuevas formas de querer que, hasta ahora, estaban tapadas, porque quienes tenían el control de los medios audiovisuales eran unas pocas manos. Y también crea espacios digitales en los cuales se pueden desarrollar nuevas maneras de amar.