• PUBLICADO POR Alfredo Cohen Montoya
Comejenes. Imagen de weeraponn en Pixabay

No me caía bien el comején. Yo era apenas un niño cuando acabó con un armario gigante que había en el estudio de mi casa. Cayó de golpe contra el suelo, una enciclopedia ilustrada del siglo XX que rompió los discos de acetato de El Flecha, el personaje literario de David Sánchez Juliao, con el que mi padre me enamoraba del Caribe. Eran épocas en las que el narcotráfico hacía volar carros en las calles de Colombia, así que el ruido inesperado del armario implosionando me cagó del susto. A esa edad, nadie me había explicado que hubiera bichos que se alimentaran de celulosa de madera.

Este comején para el que escribo me cae mejor y sí va logrando su propósito: el de generar ideas para que corroan el sistema. Me convertiré en su fan, en su fiel seguidor, en su soldado, la termita number one.

Es una alegría que este espacio cumpla un año justo en el año en el que los bichos invisibles parecen destruirlo todo. La inmensa mayoría de los emprendimientos sociales no lo logran, pero estoy convencido que un proyecto que dura más de un año, puede durar toda la vida. Que pueda, no significa que lo vaya a lograr, pero puede porque es un proyecto colectivo, que sabe lo que quiere y más o menos para dónde va. 

Felicidades a este proyecto plural, con carácter, independencia, voz propia que, como las termitas, está acostumbrado a trabajar en equipo.

Cuando conocí a quienes están detrás de la iniciativa, entendí que no podía esperar menos y que yo también quería estar ahí: hacer parte de un comején así, con tanta madera por delante.

Texto publicado originalmente en EL COMEJÉN.